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Escudelles mallorquinas


 

Las escudelles son un recipiente mallorquín del que hay referencias desde la época árabe (siglo XIII). Se usa principalmente para cocinar y comer, pero también se ha usado para bautizar.

Fiel a su filosofía, Joan Pere reinventa las escudelles trabajando con los materiales y formas de su alrededor. Sustituye el barro por gres y chamota, y rompe con el tradicional tono rojizo, presentándolas con un barniz de ceniza de madera de pino.

A diferencia de otras piezas, las escudelles han sido cocidas en horno de gas para mantener un tono más claro y uniforme.

Míralas con calma y de cerca y descubre las motas de ceniza que impregnan todo el diseño como floraciones, el moldeado de las asas logrado con la presión de una concha marina, o algún punto de cobalto esporádico que quiso colarse durante las 36 horas que se alarga la cocción.

Medidas: 18 cm. de diámetro aproximadamente.

Escudelles mallorquinas tradicionales con barniz de ceniza de pino

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Joan Pere heredó de su madre el oficio de ceramista. Inspirado por la filosofía japonesa, decidió darle un cariz más artístico a su trabajo sin dejar de hacer cerámica utilitaria. “No creo que haya que hacer objetos de exposición para considerarlo arte. El arte puede estar en nuestros objetos cotidianos”.

Cuando llegó a la Escuela de Cerámica de Mallorca quedó fascinado por el fuego y vendió sus vinilos para comprar ladrillos y construir un Anagama, un horno japonés en el que la llama golpea directamente la pieza.

Le gusta trabajar con un torno de pie. Al tener que coordinar manos y pies, las piezas tienen ciertas deformaciones y esto le parece “más humano”. Huye de la perfección y la simetría.

Para la cocción utiliza hasta una tonelada y media de madera de pino, abundante en Mallorca, y por su carácter resinoso, una de las mejores para la combustión. Cada una cocción se alarga entre 20 y 24 horas y alcanza temperaturas de entre 1.260 y 1.300 grados centígrados.

Del horno salen entre 80 y 100 piezas. Realizadas inicialmente con una pasta blanca de gres y chamota, estas toman tonos ocres y marrones irregulares. Al ser una cocción tan larga, la ceniza se funde y volatiliza, esmaltando las piezas e impermeabilizándolas. A veces, Joan Pere las distribuye tumbadas o incluye elementos como conchas marinas, que consiguen acabados aleatorios e inesperados. “Busco el accidente porque me cuenta cosas diferentes en cada pieza”.

A Joan Pere le gusta pensar que sus piezas permiten disfrutar de esos placeres cotidianos que nos hacen más felices. “Hace unos meses una pareja joven compró dos de mis boles para desayunar. Costaban 50€ cada uno. Cuando vinieron a recogerlos, vi que llevaban un coche en muy mal estado. Entonces fui consciente del esfuerzo que suponía para ellos comprarlos. Pero ellos querían celebrar así cada desayuno juntos. Y eso me emocionó”.

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